Julio Arenas: la constancia que lleva a unos Juegos Olímpicos
Dieciocho de abril de 2009. Un adolescente madrileño sale de la cama alarmado por una llamada inesperada de su entrenador. «Oye, nos ha fallado uno y tienes que venir a correr el cuatrocientos». El joven aterriza como puede en Coslada y con sus 16 años recién cumplidos hace el primer 400 de su vida en 50.86 segundos. Doce años y pico después, este joven llamado Julio Arenas Robles ha sido seleccionado para participar en el relevo mixto de los Juegos Olímpicos con la selección española en la mejor temporada de su vida. «Allí me enganché al cuatrocientos», cuenta pocos días antes de coger el avión a Tokyo.
El velocista de GO fit ATHLETICS llega a la cita olímpica en el mejor momento de su vida en un año cargado de emociones. «Los primeros días estaba muy nervioso, cuando lo supe fue una locura». Ahora, reconoce, está «más tranquilo pero con muchas ganas de verme allí, de llegar a Tokyo». Sobre todo, dice, tiene «ganas de llegar allí y disfrutar de la experiencia», aunque todavía no sabe si estará entre los elegidos para correr el 4×400 mixto. «Si corro bien y si no, también. Con la experiencia me conformo».
Un año mágico
A sus 28 años Julio acaba de firmar la mejor temporada de toda su vida, marca personal incluida. Ha sido quinto de España en un año histórico para el 400 a nivel nacional, y se ha proclamado campeón nacional en el relevo 4×400 con la camiseta de GO fit ATHLETICS después de clasificar al relevo mixto español para los Juegos en los Relevos Mundiales. «Hay mucho nivel, es lo que nos ha hecho correr a todos. En esta generación estamos un montón de cuatrocentistas, creo que es la mejor de la historia», dice después de repasar los ránkines históricos nacionales con sus amigos.
De junior de oro… a olímpico
En los planes de Julio Arenas no estaba ser olímpico. «Lo sueñas… pero no. Ni cuando era pequeño. La mayoría del tiempo no pensaba que lo fuera a conseguir». Y es aquí donde el relato nos devuelve a ese sábado por la mañana de abril de 2009, cuando el joven Julio salta de la cama y corre su primero 400 prácticamente en pijama: pasó de ser un cadete con marcas muy habituales en 300 y 600 metros lisos a ser una estrella emergente del ácido láctico. Rompe con facilidad la barrera de los 50 segundos en su primer año de juvenil. Compite con la roja un año después. Y es en un mundial júnior cuando avisa al mundo: lo mío es la vuelta a la pista.
Ese verano de 2012 ocurrieron muchas cosas en el estadio olímpico de Barcelona. Ana Peleteiro se proclamó campeona del mundo siendo apenas una niña. Y en la pista Julio Arenas era segundo de su serie clasificatoria pasando a semifinales del mundial junior con unos impresionantes 46.44 segundos que tardaría casi una década en superar.
«Fue una locura. Tuvimos la suerte de que el mundial fue en Barcelona y estaba toda mi familia y amigos viéndome en la grada. Uno de los mejores momentos que he vivido hasta ahora», recuerda. Ese día, cuenta, «se alinearon todos los astros» y salió una carrera que, por suerte o por desgracia, tardaría nueve años en dejar atrás. Empezaba un largo camino para Julio que ha desembocado en unos Juegos Olímpicos.
Travesía en el desierto
Ser un niño prodigio en el mundo del deporte no es fácil, y los ránkines españoles están llenos de nombres que jóvenes que se quedaron en el cajón de las jóvenes promesas. Julio transitó ese camino durante casi una década, perseguido por la marca que consiguió con diecinueve años. «Al principio sí que pensaba en la marca que hice, los primeros años sobre todo, y a lo mejor me costaba un poco», explica. Los resultados acompañaban, pero la marca no salía. «Mis resultados no eran malos pero sí me perseguía un poco, aunque al final te intentas olvidar de ella», relata.
La travesía en el desierto fue larga. No volvió a bajar de 47 segundos hasta 2019, cuando fue medallista nacional en La Nucía. «No es que no mejorara, es que no me acercaba a medio segundo». Pero Julio consiguió pasarse esa pantalla hace unas semanas. En el Meeting de Madrid, en un renovado estadio de Vallehermoso, el madrileño también consiguió renovarse y dejó atrás por fin al niño prodigio con 46.18 segundos. Unos metros por delante nuestro Gerson Pozo batía el récord de España de una categoría sub20 en la que Julio llevaba atascado casi diez años.
«Fue muy emotivo, ya había corrido este año y en 2019 a dos centésimas de mi marca y en el Meeting de Madrid estaba convencido de que lo valía», explica. La marca de Gersion subió al marcador y él supo que había roto la maldición de Barcelona. «Cuando entré en meta y vi la marca que había hecho me alegré mucho por él pero más por mi, estaba contentísimo, estaba seguro de que yo también había hecho marca». La pandemia impidió que, como en Barcelona, su familia y amigos estuvieran allí para animarle.
El año sabático
Su gran actuación en los Relevos Mundiales, su marca personal del campeonato de España (46.03) y su regularidad le han llevado a formar parte del equipo olímpico para el relevo mixto. ¿Ha cambiado algo este año para que, por fin, hayan salido los resultados? Explica que entrena desde hace cinco años en Fuenlabrada con Pedro García e Inés Jiménez. «Desde que estoy con ellos estoy muy a gusto, tuve al principio problemillas con las lesiones» pero consiguió regularidad en 2019 y pudo ir al mundial de Doha en el relevo largo. Fue entonces cuando tomó la decisión que cambió todo: «Yo en ese momento estaba trabajando, llevaba dos años trabajando a jornada completa y como al año siguiente había Juegos decidí tomarme un año sabático para sólo entrenar y ver qué tal».
El objetivo, explica, era no quedarse con la duda. «No quedarme con la incertidumbre de qué hubiera pasado si lo hubiera hecho, no quería quedarme con las ganas». El resultado ya es conocido por todos los aficionados del atletismo: campeón de España de 4×400 y seleccionado para el relevo mixto en los Juegos Olímpicos.
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